Las artistas Constanza Ruibal y Constanza Pellicci realizaron una celebración ceremonial y performática en el Museo de las Mujeres y en el marco de la Muestra “Las orejas no tienen párpados”
“Conspiración”* nace de un encuentro fortuito, incluso antes de conocernos personalmente. Cecilia Salomon y Laura Del Barco, productoras del Museo de las Mujeres, nos invitaron a participar de la muestra “Las orejas no tienen párpados” junto a Agostina Rosso, Aylen Bartolino y Elena Anibali, quien escribió los textos de sala que acompañan a cada obra.
Allí nos encontramos en febrero, dos Constanzas trabajando juntas en el montaje de una muestra compartida. La coincidencia en nuestros nombres propios fue el inicio de una conversación, en la que fuimos descubriendo una larga secuencia de afinidades en nuestros procesos e historias en el arte.
Compartimos el deseo de hacer hablar a los espacios y a los objetos, trabajar con lo que aparece, con lo que tenemos al alcance de nuestras manos y darle entidad. Confluimos en la intención de reconstruir a partir de fragmentos la memoria de algo que no vivimos y evocar recuerdos más allá de la propia experiencia.
En este juego de asociaciones entre ambas, aparece también el deseo de recrear modos de ritualizar lo cotidiano y encontrarnos con otres, generar comunidad en un sistema que nos incita a cultivar la individualidad y la competencia. La decisión de accionar a dúo, entre lo lúdico y no tan lúdico, fue entonces un llamado a “respirar juntas” para potenciarnos antes que quitarnos el aire.
En ese camino nos encontramos con límites y paradojas que pudimos enunciar y trabajar en conjunto. Exponer nuestro trabajo y sensibilidad dentro de las instituciones de la cultura en Córdoba nos pone muchas veces en lugares de tensión y malestar que son difíciles de transitar en la soledad, el alivio de apoyarnos mutuamente fue una posición personal y política con respecto a nuestro contexto cultural.
El procedimiento que ambas elegimos transitar desde el arte se basa en la composición de relaciones colaborativas en donde no se pierdan las singularidades. Generar alianzas fluidas como el deseo mismo, como las aguas que mueve la templanza.
La acción propuesta es un rito que invita a poner en común nuestros quehaceres y miradas. Templar a través de la fluidez del agua sin apagar el fuego, no ser indiferentes a la trama de violencias que organiza un sistema de legitimación, ocupando el espacio para intentar decir algo más.
La templanza que invocamos mediante la acción se asocia justamente a ese proceso alquímico de conjugar opuestos, trabajar en posiciones fronterizas y lugares inciertos. Una apuesta por los matices, muchas veces incómodos en un tiempo en donde las oposiciones binarias se han vuelto insostenibles. ¿Cómo templar los espacios de poder y saber que habitamos? ¿Cómo hacer desde lo que no se sabe, abrirnos a una experiencia desconocida?
Cuando decidimos componer este rito colectivo nos propusimos crear las condiciones para darle lugar a lo inesperado y contenerlo a la vez, por eso invitamos a personas cercanas a templar con nosotras desde sus modos personales. También creemos que este rito puede seguir reverberando en el tiempo, por lo cual pensamos en generar un archivo de resonancias alrededor de la templanza que nos permita seguir escuchando y pensando en los ecos de esta invocación que iniciamos.
Elegimos convocar a este rito en el día del animal como un modo de darle valor a los gestos más intuitivos e inconscientes que componen nuestros procesos artísticos. Reunirnos a espesar los lugares de contacto entre la realidad y la imaginación, entre lo posible y lo deseable.
Conspiración *Tomamos esta noción en conversación con Marie Bardet quien en sus clases propone que conspirar es un modo de respirar juntas.
Conspiración
“En Qaqachaka el cantar es tejer.
Al cantar y al tejer las mujeres traen a sus animales a la existencia.
Los mitos de origen que conciernen al canto, remiten al hilar y al tejer.
Animales, ancestros y dioses nacen de pequeños bultos tejidos y versos cantados”.
Río de vellón, río de canto.
Arnold y Yapita
Conspirar, acción ceremonial conjunta.
Dícese del acto de tomar el impulso del aire y respirar juntas, templar pasiones y entrelazar el tiempo donde lo cotidiano, lo histórico y lo sagrado pueden conjugarse, con templarse. Hacerse eco, resonar. Los símbolos están detenidos, los sentidos circulan. No son ilusiones, son potencias elásticas, irrupciones sensitivas.
Templar, saber de la alquimia más antigua que conduce a un estado deseable por adición o mezcla. Superposición en danza de paradojas, un movimiento de aguas profundas donde cada brizna de hierba tiene su ángel que se inclina y le susurra: crece, crece, crece y circula. Lava por dentro. Hacer con las fronteras y ensanchar los bordes, espesar los lugares del contacto. Allí las manos, el corazón y el intelecto confluyen, se confunden en la materia del cuerpo y lo que pueda ser tocado. Transmutar, una palabra no es solamente una palabra, es también el trance mágico y audiovisual que trae; la huella que imprime en el imaginario, la vibración en la lengua y en los huesos auditivos, el perfume del aliento que deja o quita al ser enunciada. Una rosa puede destilar su esencia y teñir el mundo. Una danza puede ser un gesto de rebelión. Un sonido puede ser un mundo simbólico, un estornudo de la tierra. Una imagen puede mostrar el tejido que deja entrever, una trama que podemos armar y desarmar; como aquellos cantos eternamente largos y desenvolventes de las mujeres pastoras que nunca nadie podrá escuchar por completo.
SUBSUELO - Imágenes de Estefania Stoppini.
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