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CUENTOS Y POEMAS de MEI.KUSAK.B

Escritos de Mei.kusak.b (Dèbora Gualda).

Para conocer mas sobre ella, visita su instagram: Mei.kusak.b_arte


Sonia


De miserable mirada, y con un pucho en la mano, desde su celular deambulaba de web en web buscando la saciedad de algún dato llamativo (actitud muy noventa que desencajaba ya). La mierda conocida ni llegaba a molestarle, sólo le evidenciaba el aburrimiento, ¿con qué lo saciaría?. Cada uno habita la soledad con sus artilugios, pensaba, mientras apagaba el cigarro en una latita de cerveza vacía, el reloj marcaba las 4:25 a.m. La noche le provocaba una secreción dopaminérgica de la cual no renegaba, solía dormirse por las mañanas cuando apenas salía el sol. Por lo general pasaba las noches rememorando escenas, repasando diálogos que había tenido, buscando algún faltante o modificando algún dato e imaginándose otro resultado; una y otra vez hasta agotar las posibilidades ocurridas. Sonia vivía en una pensión, algunas noches la llamaban para trabajar en el Hotel Travis como recepcionista. Esta era una de esas noches. Salió de uno de los patios traseros del hotel, tiró la latita de cerveza en un tacho de basura y se reincorporó a su labor de gárgola en la entrada principal. La noche no prometía nada distinto a lo habitual, excepto por un extraño jarrón que habían colocado nuevo en el salón principal, era tan horrible como la tos de la Señora que se hospedaba en la habitación 32. Sí, se hospedaba, es decir, aquel no era un hotel para hospedarse, sólo había que saber ocupar bien el tiempo y luego marcharse. Sin embargo, ya hacía varias noches que la Señora del 32 seguía allí, nada de visitas, sólo ella, según Sonia pudo ver. Sólo hacía una salida al día con su cartera de mano y por el teléfono de la habitación renovaba las horas. Mientras pagara, a nadie le interesaría qué ocurría allí en esa habitación o qué le ocurriría a la Señora del 32. El hotel estaba más tranquilo de lo normal, no se oía ni un ruido, no chiflaban las camas viejas; a lo lejos se escuchaba la música del algún lento en español de una de las habitaciones del segundo piso. Mientras Sonia rememoraba el momento en el que le dijo a su amigo que buscaría algo más útil para hacer las noches que no trabajara en el hotel, analizaba la psicología de su oración: ¿mentía o realmente quería dejar el vicio nocturno?. En fin, vio pasar a la Señora del 32 con su cartera de mano, ésta la saludo atentamente sin emitir sonido alguno, y salió por la puerta principal. El reloj ya marcaba las 6:00 a.m, era hora de volver a la pensión. Pasaron unos días desde que Sonia volvió al hotel, de la Señora del 32 no se sabía nada, no la volvió a ver. Sin embargo, el maletero del hotel, le contó que encontraron un hombre atado y amordazado, con quemaduras en las manos y en los ojos, el hombre había quedado ciego. Lo encontró en la habitación, una del personal de limpieza de la mañana, mencionó el maletero. De la Señora del 32 no se sabía nada.

Versión de Sonia realizada por Iasich Jorge, artista plástico de Ushuaia.

Instagram: iasichjorge


Las visitas


Todas las mañanas Rosa se sentaba en el comedor de su casa, frente a ella se encontraba un espejo de grandes proporciones, se observaba. Se miraba fijamente a los ojos y se decía a si misma soy Rosa y esta es la realidad, soy Rosa y esta es la realidad, reiteradas veces. Yo soy yo y vos no estás, decía Rosa. Espantada, no dejaba de mirarse en el espejo y repetir “esta es la realidad, yo soy Rosa y vos no estás”. Era uno de esos episodios en donde se encontraba con una anciana sentada a su lado, un repertorio de arrugas ornamentaba el rostro de aquella vieja. El pelo colapsado de canas y sujetado. Sobre un camisón largo vestía una campera marrón con capucha que era de Rosa, solo estaba allí sin más, sin emitir sonido alguno, con las manos palma abajo en cada uno de sus muslos. Realmente no parecía aterradora, salvo por sus arrugas, si que eran muchas. No era la única que aparecía al lado de Rosa, otras veces lidiaba con un hombre muy alto que vestía una especie de pijama con rombos rojos, el pelo de este era muy blanco y largo con el cual no dejaba ver su rostro, parecía tener pelo en vez de rostro. Descalzo solía esconderse detrás de las puertas y asustar a Rosa con un salto y un intento por atraparla, mientras Rosa tiraba patadas y piñas hasta que este se marchara. En fin, esta mañana permanecía la anciana, en su silla de pino y con una expresión de tranquilidad solo observaba a Rosa, solo estaba con Rosa. Rosa no podía dar con la identidad de ninguno de estos personajes, solo podía verlos, sentir cada detalle de su esencia. Cuando tomaba coraje solo les pedia amablemente que se fueran, a veces resultaba. Esta mañana Rosa tenia mucho miedo, la anciana no dejaba de observarle y Rosa solo quería volver a la normalidad, dejar de verla dejar de olerla. Rosa se concentró, ya sabía lo que debía a hacer, se alejó del espejo y miró fijamente a la anciana, se tragó todo el miedo y rápidamente se acercó a ella, la tomó del brazo, mientras la anciana se levantaba alterada de la silla para huir, Rosa grito bien fuerte ¡¡¡¿Quién sos? decime ¿Quien sos?!!!, la anciana logró escabullirse de su mano y huyó. Algunas noches vuelve a hacerle compañía al lado de la cama, Rosa le tiene mucho miedo más cuando se entromete en su habitación, pero sabe cuál es su debilidad por el momento si pregunta por su identidad huye, tampoco tolera los gritos de Rosa, al igual que el hombre alargado de pelo blanco. Los conoce bien, son varios y sabe como hacerlos huir una vez superado el miedo. ¿Solo buscan atormentarla o quieren recordarle algo?, ya van más de diez años que la acompañan, hay noches en las que se ausentan y ahí es cuando Rosa se pregunta por ellos, ¿volverán o solo están tomando un descanso?. ¿Todos tenemos fantasmas que velan por nosotros, estemos dormidos o despiertos? ¿ellos solo habitan el espacio o buscan una respuesta que le debemos?, o más bien ¿deben decirnos algo?, pensaba Rosa. ¿Son parte nuestra o solo un choque de espacio-tiempo?, todas estas cuestiones analizaba Rosa la mañana siguiente frente al espejo del comedor, aguardando alguna visita.


La telaraña de Alicia


Esa noche le pedí que me deje, que me abandone, que no vuelva, que sólo vuelva si soy otra, si no soy yo, cosa que no creo poder lograr. Me anticipé, antes que me dejara él se lo pedí yo, me preparé, me necesito sola, sin sus sacrificios por ayudarme, lo cuidé en lo que pude. Los dos sufrimos el abandono, por eso me anticipé, para no tener que atravesarlo, aunque me traspasa igual, mi terquez no tiene arreglo. Yo no tengo arreglo, estoy rota, estoy quebrada por algo que ni sé qué es, sólo sé que fue en otro tiempo. No puedo ver con claridad a mis fantasmas, sé que son varios. A veces por las noches, se sientan al lado de mi cama y me inmovilizan, sólo puedo verlos con mis ojos espantados y hacer fuerza para gritar, sólo así huyen. No quieren darse a conocer, sólo buscan recordarme las heridas. Hace un tiempo que no los veo, no se presentan, los esperé por muchas noches, ahora ya desistí, sólo es cuando ellos quieren. Necesito saber quiénes son, qué buscan en mi, ¿qué quieren?, sólo se esconden, pero quieren que los tenga presentes, sin descubrirlos, no quieren ser olvidados, ¿o no quieren que me olvide de algo?. Siempre tuve muy mala memoria de los hechos, sólo guardo la emoción eso sí nunca la olvido, pero el hecho no, el hecho sólo se desvanece . Por eso siempre fui mala para los argumentos, no puedo argumentar mis emociones, no sé de sucesos. Espero que mis fantasmas vuelvan, se qué tienen algo para decirme por más que no sean los mejores en pedagogía. ¿Quién pudiera decirme la experiencia vivida como relato y no como emoción?. Esa fue mi falla siempre, desbordada por el brote hormonal, sólo soy eso, una cantera de hormonas confundidas en una cabeza llena de ideas y búsquedas inútiles. Por eso le pedí que me abandone, porque estoy en mi telaraña siempre esperando a mis fantasmas.


La Blanca cornisa


Sobrevolaba en la cornisa, mientras

el consuelo de tus ojos resbalaba por mi sien.

La niña, que quemada en la hoguera del pensamiento,

no sabrá retomar camino.

Por el río esconde su risa, y en la montaña habitan sus

recuerdos de aromas perfumados de felicidad.

En el bosque en que ella vive sólo vaga entre la bruma del sentir;

en la línea blanca parpadea su mirar.

Todo se tiñe de garúa y humo de cigarro,

y en el festejo de su éxtasis

la derrite el lobo que refleja su voz.


Poema II


Deshabitar tus manos,

congelar tu canto para volver al barro.

Estancar el pensamiento,

anclarlo en la presencia.

Convertir la estrella para converger el tiempo.


[ Lo que de tus ojos vi. ]


Tu espanto alado envolvió mi silueta,

tu amor de a ratos vulneró mi consuelo.

Resonando el reflejo de tu voz,

pasmó mis heridas,

congelado el gesto disolvió el espacio.


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